La bella durmiente (1958)



De Wikipedia
Sleeping Beauty
TítuloLa bella durmiente
Ficha técnica
DirecciónClyde Geronimi
Les Clark
Eric Larson
Wolfgang Reitherman
ProducciónWalt Disney
GuiónErdman Penner (adaptación)
Joe Rinaldi
Winston Hibler
Bill Peet
Ted Sears
Ralph Wright
Milt Banta
Charles Perrault (cuento de hadas original)
MúsicaGeorge Bruns, basado en el ballet La bella durmiente de Pyotr Ilych Tchaikovsky
SonidoRobert O'Cook
RepartoMary Costa (Princesa Aurora)
Bill Shirley (Príncipe Felipe)
Eleanor Audley (Malefica)
Verna Felton (Flora)
Barbara Luddy (Primavera)
Barbara Jo Allen (Fauna)
Taylor Holmes (Rey Stefan)
Bill Thompson (Rey Huberto)
Datos y cifras
País(es)Estados Unidos
Año1959
GéneroAnimación
Duración75 minutos
Compañías
ProductoraWalt Disney Pictures
DistribuciónBuena Vista Pictures
Presupuesto6,000,000 de dólares (aproximadamente)




Sinopsis
A la ceremonia de bautismo de la princesa Aurora fueron invitadas tres hadas buenas, pero no Maléfica, la hada mala. Las tres hadas buenas,Flora, Fauna y Primavera, le concedieron dones. Flora, la belleza;Fauna, una hermosa voz . Cuando la tercera iba a hacer su regalo,irrumpió en el castillo Maléfica, molesta por no haber sido invitada, y lanzó a Aurora una maldición, según la cual moriría al pincharse con el huso de una rueca el mismo día en que cumpliese dieciséis años.Afortundamente, Primavera no había hecho todavía su regalo a Aurora, y usó sus poderes para cambiar la maldición de Maléfica: Aurora no moriría al pincharse con la rueca, sino que únicamente caería en unprofundo sueño, del que sólo podría despertarla un beso de su verdadero amor. Para proteger a Aurora de Maléfica, las hadas buenas la llevaron a vivir con ellas en el bosque, y le cambiaron el nombre por Rosa.
Rosa creció sin saber que era una princesa, y se convirtió en una hermosa mujer. Un día, sus tres "tías", Flora, Fauna y Primavera, la enviaron a recoger fresas. Mientras cantaba, fue escuchada por el príncipe Felipe,que cazaba en el bosque. Se encontraron, y al instante se enamoraron el uno del otro, aunque cada uno de ellos desconocía la identidad delotro. (En este pasaje se encuentra la canción "Once Upon a Dream", quese ha convertido en un clásico de las películas de Disney). Se despidieron con la promesa de encontrarse de nuevo esa misma noche,pero, al regresar a casa, sus "tías" la esperaban para revelarle suverdadera identidad y su compromiso matrimonial con un príncipe llamadoFelipe.
Lashadas y Aurora regresaron al castillo de los padres de la princesa´,donde iba a celebrarse su fiesta de cumpleaños. Atraída por la magia deMaléfica, Aurora subió a una habitación del castillo que llevaba tiemposin usarse, en la que encontró una rueca. Se pinchó el dedo y cayó enun profundo sueño. Las hadas llevaron a la dormida Aurora a la la torre más alta del castillo y la depositaron en la cama, con una rosa roja en la mano. Hicieron que todo el reino cayera en el mismo sueño que Aurora. Felipe había sido capturado por Maléfica para evitar que besara a Aurora y la despertará, pero las tres hadas buenas le ayudaron a escapar y le explicaron la historia de la maldición. Felipe logró dar muerte a Maléfica y rompió el hechizo con un beso. Al final de la película los dos amantes bailan juntos, felices al averiguar que estaban prometidos desde su nacimiento.

Supervisión y dirección


La dirección de la película corrió a cargo de Les Clark, Eric Larson yWolfgang Reitherman, bajo la supervisión de Clyde Geronimi. El guión fue adaptado a partir del cuento de hadas La bella durmiente,de Charles Perrault, por Erdman Penner, con ayuda de Joe Rinaldi,Winston Hibler, Bill Peet, Ted Sears, Ralph Wright, y Milt Banta. Labanda sonora y las canciones fueron adaptadas del ballet La bella durmiente de Pyotr Ilyich Tchaikovsky.
La bella durmiente destaca entre los largometrajes de Disney por ser el último en que se utilizó celuloide entintado a mano. La estética de la película, queDisney quería que fuese como un tapiz en movimiento, no es la típica de otras películas de la compañía. Evita las formas suaves y redondeadas propias de las películas de la empresa para emplear un aspecto más estilizado, semejante a la obra de los animadores de la UPA.
Eyvind Earle fue el diseñador de producción, y Disney le concedió bastante libertad para el diseño de los escenarios y la selección de los colores para la película. Earle fue también el responsable de pintar la mayorparte de los fondos. Cada una de estas elaboradas pinturas le llevó entre siete y diez días, mucho más del día de trabajo que solía suponerla elaboración de un fondo en la mayoría de las películas de animación.La decisión de Disney de dar tanta libertad artística a Earle no fue popular entre los animadores del estudio, que hasta entonces habían ejercido gran influencia en el estilo de sus personajes y escenarios.

Directores de animación
  • Milt Kahl (Príncipe Felipe)
  • Frank Thomas (Flora, Fauna, Primavera)
  • Ollie Johnston (Flora, Fauna, Primavera)
  • Marc Davis (Aurora, Maléfica)
  • John Lounsbery (reyes Estéfano y Huberto)
  • Wolfgang Reitherman (el dragón)
Personajes y trama
La"bella durmiente" recibe el mismo nombre que en el ballet deTchaikovsky: princesa Aurora. El príncipe lleva un nombre que erafamiliar a los estadounidenses de la década de 1950: se llama Felipe,igual que el duque de Edimburgo. El hada mala se llama Maléfica("Maleficent", en inglés).
Lasilueta alta y esbelta de la princesa Aurora está basada en la de Audrey Hepburn. En cuanto a las tres hadas buenas, Disney deseaba en unprincipio que todas fueran parecidas, pero los veteranos animadoresFrank Thomas y Ollie Johnston pensaron que era una idea mejor que tuvieran físicos y personalidades diferentes.
Algunos aspectos de la trama de esta película tienen su origen en ideas pensadas originalmente para Blancanieves y los siete enanitos,y que fueron descartadas: en concreto, la escena en que Maléfica captura al príncipe, o la arriesgada huida de éste del castillo. No fueron utilizadas en Blancanieves porque Disney no creía que con los medios de que se disponía en la época pudieran desarrollarse de forma creíble.
Antesde comenzar a producir la animación, se realizó un rodaje con actoresreales para que sirviera de referencia a los animadores, ya que Disneyinsistía en que debía parecerse todo lo posible a la imagen real.

Estreno e historia posterior
En su primer estreno, La bella durmiente sólo recaudó la mitad de los 6 millones de dólares que había costado, lo cual casi supuso la bancarrota de los estudios. Fue muy criticada por su ritmo lento y el escaso desarrollo de los personajes. Desde entonces, el filme ha ganado el interés de la crítica y el público, y hoy es considerado uno de los mejores largometrajes de animación de la historia, gracias a los estilizados diseños del pintor Eyvind Earle,director artístico de la cinta, así como a su formato panorámico, su interesante banda sonora y su sonido estéreo. La película se reestrenó en cines en 1970, 1979 y 1986. También en 1986 fue editada en formatoVHS y Laserdisc, convirtiéndose en el primer clásico de Disney en ser editado en estéreo Hi-Fi. En 1997 se realizó una restauración digitalde la película, que fue editada tanto en VHS como en Laserdisc, y en2003 apareció en DVD en una edición especial, de dos discos, que incluía tanto la versión original panorámica como una versión pan and scan. En octubre del 2008 salió una Edición Platino en DVD y Blu-Ray conmemorando su 50 aniversario. Esta edición de dos discos cuenta con la versión original remasterizada y con nuevo material incluido que detalla la historia del filme. El Blu-ray disc también viene con el disco uno del DVD como un bonus.

Estrenos en Estados Unidos
  • 29 de enero de 1959 (estreno original)
  • 10 de junio de 1970
  • 28 de septiembre de 1979
  • 7 de marzo de 1986
Estrenos internacionales
  • Argentina: 9 de julio de 1959
  • Reino Unido: 29 de julio de 1959
  • RFA: 30 de octubre de 1959
  • Italia: 1 de diciembre de 1959
  • Francia: 16 de diciembre de 1959
  • Finlandia: 18 de diciembre de 1959
  • Suecia: 19 de diciembre de 1959
  • México: 24 de diciembre de 1959
  • Dinamarca: 26 de diciembre de 1959
  • Noruega: 26 de diciembre de 1959
  • Japón: 23 de julio de 1960
  • España: 3 de octubre de 1960
  • RDA: 10 de octubre de 1969
  • Polonia: 18 de agosto de 1995


Reparto (voces originales)
  • Mary Costa: Princesa Aurora
  • Eleanor Audley: Maléfica
  • Verna Felton: Flora
  • Barbara Luddy: Primavera
  • Barbara Jo Allen: Fauna
  • Bill Shirley: Príncipe Felipe
  • Taylor Holmes: Rey Stéfan
  • Bill Thompson: Rey Huberto
  • Dallas McKennon: el Búho
  • Marvin Miller: el Narrador
  • Bill Amsbery: secuaz de Maléfica
  • Candy Candido: secuaz de Maléfica
  • Pinto Colvig: secuaz de Maléfica
  • Thurl Ravenscroft: cantante

Doblaje
El doblaje en español (1959) estuvo a cargo del mexicano Edmundo Santos.Este doblaje fue usado y distribuido en todos los países de hablahispana. Por desgracia, en la actualidad este doblaje ha sido retiradopor la Compañía Disney y sustituido por otro doblaje grabado en 2001(dirigido por Eduardo Giaccardi) de muy inferior calidad.
  • Estrellita Díaz: Princesa Aurora
  • Lupita Pérez Arias: Princesa Aurora (Canciones)
  • Rosario Muñoz Ledo: Maléfica
  • Fanny Schiller: Flora
  • Magdalena Ruvalcaba: Fauna
  • Carlota Solares: Primavera
  • Narciso Busquets: Príncipe Felipe
  • Alejandro Algara: Príncipe Felipe (Canciones)
  • Dagoberto de Cervantes: Rey Estéfano
  • Alberto Gavira: Rey Huberto
  • Luis Manuel Pelayo: Narrador
  • Francisco Colmenero: Anunciador de la Corte
Redoblaje de 2001
  • Laura Ayala: Princesa Aurora
  • Brenda Ruiz: Princesa Aurora (Canciones)
  • Mayra Rojas: Maléfica
  • Guadalupe Noel: Flora
  • Ada Morales: Fauna
  • Gabriela Michel: Primavera
  • Mario Filio: Príncipe Felipe
  • Manuel Acosta: Príncipe Felipe (Canciones)
  • Ricardo Lezama: Rey Estéfano
  • Luis Miguel Marmolejo: Rey Estéfano (canciones)
  • Emilio Guerrero: Rey Huberto
  • Juan Jiménez: Rey Huberto (canciones)
  • Francisco Colmenero: Narrador


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Peintures d'Eyvind Earle
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LA BELLA DURMIENTE (Cine - Folletos de Mano)
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Basada en La bella durmiente de Charles Perrault 

De loscuentosdehadas.blogspot.com

Cuento completo

Título: La bella durmiente
Autor: Charles Perrault


Había una vez un rey y una reina que estaban tan afligidos por no tener hijos, tan afligidos que no hay palabras para expresarlo. Fueron a todas las aguas termales del mundo; votos, peregrinaciones, pequeñas devociones, todo se ensayó sin resultado.

Al fin, sin embargo, la reina quedó encinta y dio a luz una hija. Se hizo un hermoso bautizo; fueron madrinas de la princesita todas las hadas que pudieron encontrarse en la región (eran siete) para que cada una de ellas, al concederle un don, como era la costumbre de las hadas en aquel tiempo, colmara a la princesa de todas las perfecciones imaginables.

Después de las ceremonias del bautizo, todos los invitados volvieron al palacio del rey, donde había un gran festín para las hadas. Delante de cada una de ellas habían colocado un magnífico juego de cubiertos en un estuche de oro macizo, donde había una cuchara, un tenedor y un cuchillo de oro fino, adornado con diamantes y rubíes. Cuando cada cual se estaba sentando a la mesa, vieron entrar a un hada muy vieja que no había sido invitada porque hacía más de cincuenta años que no salía de una torre y la creían muerta o hechizada.

El rey hizo poner un cubierto, pero no había forma de darle un estuche de oro macizo como a las otras, pues sólo se habían mandado hacer siete, para las siete hadas. La vieja creyó que la despreciaban y murmuró entre dientes algunas amenazas. Una de las hadas jóvenes que se hallaba cerca la escuchó y pensando que pudiera hacerle algún don enojoso a la princesita, fue, apenas se levantaron de la mesa, a esconderse tras la cortina, a fin de hablar la última y poder así reparar en lo posible el mal que la vieja hubiese hecho.

Entretanto, las hadas comenzaron a conceder sus dones a la princesita. La primera le otorgó el don de ser la persona más bella del mundo, la siguiente el de tener el alma de un ángel, la tercera el de poseer una gracia admirable en todo lo que hiciera, la cuarta el de bailar a las mil maravillas, la quinta el de cantar como un ruiseñor, y la sexta el de tocar toda clase de instrumentos musicales a la perfección. Llegado el turno de la vieja hada, ésta dijo, meneando la cabeza, más por despecho que por vejez, que la princesa se pincharía la mano con un huso, lo que le causaría la muerte.

Este don terrible hizo temblar a todos los asistentes y no hubo nadie que no llorara. En ese momento, el hada joven salió de su escondite y en voz alta pronunció estas palabras:

—Tranquilos, rey y reina, la hija de ustedes no morirá; es verdad que no tengo poder suficiente para deshacer por completo lo que mi antecesora ha hecho. La princesa se clavará la mano con un huso, pero en vez de morir, sólo caerá en un sueño profundo que durará cien años, al cabo de los cuales el hijo de un rey llegará a despertarla.

Para tratar de evitar la desgracia anunciada por la anciana, el rey hizo publicar de inmediato un edicto, mediante el cual bajo pena de muerte, prohibía a toda persona hilar con huso y conservar husos en casa.

Pasaron quince o dieciséis años. Un día en que el rey y la reina habían ido a una de sus mansiones de recreo, sucedió que la joven princesa, correteando por el castillo, subiendo de cuarto en cuarto, llegó a lo alto de un torreón, a una pequeña buhardilla donde una anciana estaba sola hilando su copo. Esta buena mujer no había oído hablar de las prohibiciones del rey para hilar en huso.

—¿Qué haces aquí, buena mujer? —dijo la princesa.

—Estoy hilando, mi bella niña —le respondió la anciana, que no la conocía.

—¡Ah, qué lindo es! —replicó la princesa—, ¿cómo lo haces? Dame, a ver si yo también puedo.

No hizo más que coger el huso, y siendo muy viva y un poco atolondrada, aparte de que la decisión de las hadas así lo había dispuesto, cuando se clavó la mano con él cayó desmayada.

La buena anciana, muy confundida, clamó socorro. Llegaron de todos lados, echaron agua al rostro de la princesa, la desabrocharon, le golpearon las manos, le frotaron las sienes con agua de la reina de Hungría; pero nada la reanima.

Entonces el rey, que acababa de regresar al palacio y había subido al sentir el alboroto, se acordó de la predicción de las hadas, y pensando que esto tenía que suceder ya que ellas lo habían dicho, hizo poner a la princesa en el aposento más hermoso del palacio, sobre una cama bordada en oro y plata. Se veía tan bella que parecía un ángel, pues el desmayo no le había quitado sus vivos colores: sus mejillas eran encarnadas y sus labios como el coral; sólo tenía los ojos cerrados, pero se la oía respirar suavemente, lo que demostraba que no estaba muerta. El rey ordenó que la dejaran dormir en reposo, hasta que llegase su hora de despertar.

El hada buena que le había salvado la vida, al hacer que durmiera cien años, se hallaba en el reino de Mataquin, a doce mil leguas de allí, cuando ocurrió el accidente de la princesa; pero en un instante recibió la noticia traída por un enanito que tenía botas de siete leguas (eran unas botas que recorrían siete leguas en cada paso). El hada partió de inmediato, y al cabo de una hora la vieron llegar en un carro de fuego tirado por dragones.

El rey la fue a recibir dándole la mano a la bajada del carro. Ella aprobó todo lo que él había hecho; pero como era muy previsora, pensó que cuando la princesa llegara a despertar, se sentiría muy confundida al verse sola en este viejo palacio.

Hizo lo siguiente: tocó con su varita todo lo que había en el castillo (salvo al rey y a la reina), ayas, damas de honor, sirvientas, gentilhombres, oficiales, mayordomos, cocineros. Tocó también todos los caballos que estaban en las caballerizas, con los palafreneros, los grandes perros de gallinero, y la pequeña Puf, la perrita de la princesa que estaba junto a ella sobre el lecho. Junto con tocarlos, se durmieron todos, para que despertaran al mismo tiempo que su ama, a fin de que estuviesen todos listos para atenderla llegado el momento; hasta los asadores, que estaban al fuego con perdices y faisanes, se durmieron, y también el fuego. Todo esto se hizo en un instante: las hadas no tardaban en realizar su tarea.

Entonces el rey y la reina, luego de besar a su querida hija sin que ella despertara, salieron del castillo e hicieron publicar prohibiciones de acercarse a él a quienquiera que fuese en todo el mundo. Estas prohibiciones no eran necesarias, pues en un cuarto de hora creció alrededor del parque tal cantidad de árboles grandes y pequeños, de zarzas y espinas entrelazadas unas con otras, que ni hombre ni bestia habría podido pasar; de modo que ya no se divisaba sino lo alto de las torres del castillo, y esto sólo de muy lejos. Nadie dudó de que esto fuese también obra del hada para que la princesa, mientras durmiera, no tuviera nada que temer de los curiosos.

Al cabo de cien años, el hijo de un rey que gobernaba en ese momento y que no era de la familia de la princesa dormida, andando de caza por esos lados, preguntó qué eran esas torres que divisaba por encima de un gran bosque muy espeso; cada cual le respondió según lo que había oído hablar. Unos decían que era un viejo castillo poblado de fantasmas; otros, que todos los brujos de la región celebraban allí sus reuniones. La opinión más corriente era que en ese lugar vivía un ogro y llevaba allí a cuanto niño podía atrapar, para comérselo a gusto y sin que pudieran seguirlo, teniendo él solamente el poder para hacerse un camino a través del bosque. El príncipe no sabía qué creer, hasta que un viejo campesino tomó la palabra y le dijo:

—Príncipe, hace más de cincuenta años le oí decir a mi padre que había en ese castillo una princesa, la más bella del mundo; que dormiría durante cien años y sería despertada por el hijo de un rey a quien ella estaba destinada.

Al escuchar este discurso, el joven príncipe se sintió enardecido; creyó sin vacilar que él pondría fin a tan hermosa aventura; e impulsado por el amor y la gloria, resolvió investigar al instante de qué se trataba.

Apenas avanzó hacia el bosque, esos enormes árboles, aquellas zarzas y espinas se apartaron solos para dejarlo pasar: caminó hacia el castillo que veía al final de una gran avenida donde penetró, pero, ante su extrañeza, vio que ninguna de esas gentes había podido seguirlo porque los árboles se habían cerrado tras él. Continuó sin embargo su camino: un príncipe joven y enamorado es siempre valiente.

Llegó a un gran patio de entrada donde todo lo que apareció ante su vista era para helarlo de temor. Reinaba un silencio espantoso, por todas partes se presentaba la imagen de la muerte, era una de cuerpos tendidos de hombres y animales, que parecían muertos. Pero se dio cuenta, por la nariz granujienta y la cara rubicunda de los guardias, que sólo estaban dormidos, y sus jarras, donde aún quedaban unas gotas de vino, mostraban a las claras que se habían dormido bebiendo.

Atravesó un gran patio pavimentado de mármol, subió por la escalera, llegó a la sala de los guardias que estaban formados en hilera, la carabina al hombro, roncando a más y mejor. Atravesó varias cámaras llenas de caballeros y damas, todos durmiendo, unos de pie, otros sentados; entró en un cuarto todo dorado, donde vio sobre una cama cuyas cortinas estaban abiertas el más bello espectáculo que jamás imaginara: una princesa que parecía tener quince o dieciséis años cuyo brillo resplandeciente tenía algo luminoso y divino.

Se acercó temblando y en actitud de admiración se arrodilló junto a ella. Entonces, como había llegado el término del hechizo, la princesa despertó; y mirándolo con ojos más tiernos de lo que una primera vista parecía permitir:

—¿Eres tú, príncipe mío? —le dijo ella—. Bastante te has hecho esperar.

El príncipe, atraído por estas palabras y más aún por la forma en que habían sido dichas, no sabía cómo demostrarle su alegría y gratitud; le aseguró que la amaba más que a sí mismo. Sus discursos fueron inhábiles; por ello gustaron más; poca elocuencia, mucho amor, con eso se llega lejos. Estaba más confundido que ella, y no era para menos; la princesa había tenido tiempo de soñar con lo que le diría, pues parece (aunque la historia no lo dice) que el hada buena, durante tan prolongado letargo, le había procurado el placer de tener sueños agradables. En fin, hacía cuatro horas que hablaban y no habían conversado ni de la mitad de las cosas que tenían que decirse.

Entretanto, el palacio entero se había despertado junto con la princesa; todos se disponían a cumplir con su tarea, y como no todos estaban enamorados, ya se morían de hambre; la dama de honor, apremiada como los demás, le anunció a la princesa que la cena estaba servida. El príncipe ayudó a la princesa a levantarse y vio que estaba toda vestida, y con gran magnificencia; pero se abstuvo de decirle que sus ropas eran de otra época y que todavía usaba gorguera; no por eso se veía menos hermosa.

Pasaron a un salón de espejos y allí cenaron, atendidos por los servidores de la princesa; violines y oboes interpretaron piezas antiguas pero excelentes, que ya no se tocaban desde hacía casi cien años; y después de la cena, sin pérdida de tiempo, el capellán los casó en la capilla del castillo, y la dama de honor les cerró las cortinas: durmieron poco, la princesa no lo necesitaba mucho, y el príncipe la dejó por la mañana temprano para regresar a la ciudad, donde su padre debía estar preocupado por él.

El príncipe le dijo que estando de caza se había perdido en el bosque y que había pasado la noche en la choza de un carbonero quien le había dado de comer queso y pan negro. El rey, su padre, que era un buen hombre, le creyó, pero su madre no quedó muy convencida, y al ver que iba casi todos los días a cazar y que siempre tenía una excusa a mano cuando pasaba dos o tres noches afuera, ya no dudó que se trataba de algún amorío, pues vivió más de dos años enteros con la princesa y tuvieron dos hijos siendo la mayor una niña cuyo nombre era Aurora, y el segundo un varón a quien llamaron el Día porque parecía aún más bello que su hermana.

La reina le dijo una y otra vez a su hijo para hacerlo confesar que había que darse gusto en la vida, pero él no se atrevió nunca a confiarle su secreto; aunque la quería, la temía, pues era de la raza de los ogros, y el rey se había casado con ella por sus riquezas; en la corte se rumoreaba incluso que tenía inclinaciones de ogro, y que al ver pasar niños, le costaba un mundo dominarse para no abalanzarse sobre ellos; de modo que el príncipe nunca quiso decirle nada.

Mas, cuando murió el rey, al cabo de dos años, y él se sintió el amo, declaró públicamente su matrimonio y con gran ceremonia fue a buscar a su mujer al castillo. Se le hizo un recibimiento magnífico en la capital donde ella entró acompañada de sus dos hijos.

Algún tiempo después, el rey fue a hacer la guerra contra el emperador Cantalabutte, su vecino. Encargó la regencia del reino a su madre, recomendándole mucho que cuidara a su mujer y a sus hijos. Debía estar en la guerra durante todo el verano, y apenas partió, la reina madre envió a su nuera y sus hijos a una casa de campo en el bosque para poder satisfacer más fácilmente sus horribles deseos. Fue allí algunos días más tarde y le dijo una noche a su mayordomo:

—Mañana para la cena quiero comerme a la pequeña Aurora.

—¡Ay, señora! —dijo el mayordomo.

—¡Lo quiero! —dijo la reina (y lo dijo en un tono de ogresa que desea comer carne fresca)—, y deseo comérmela con salsa, Roberto.

El pobre hombre, sabiendo que no podía burlarse de una ogresa, tomó su enorme cuchillo y subió al cuarto de la pequeña Aurora; ella tenía entonces cuatro años y saltando y corriendo se echó a su cuello pidiéndole caramelos. Él se puso a llorar, el cuchillo se le cayó de las manos, y se fue al corral a degollar un corderito, cocinándolo con una salsa tan buena que su ama le aseguró que nunca había comido algo tan sabroso. Al mismo tiempo llevó a la pequeña Aurora donde su mujer para que la escondiera en una pieza que ella tenía al fondo del corral.

Ocho días después, la malvada reina le dijo a su mayordomo:

—Para cenar quiero al pequeño Día.

Él no contestó, habiendo resuelto engañarla como la primera vez. Fue a buscar al niño y lo encontró, florete en la mano, practicando esgrima con un mono muy grande, aunque sólo tenía tres años. Lo llevó donde su mujer, quien lo escondió junto con Aurora, y en vez del pequeño Día, sirvió un cabrito muy tierno que la ogresa encontró delicioso.

Hasta aquí la cosa había marchado bien; pero una tarde, esta reina perversa le dijo al mayordomo:

—Quiero comerme a la reina con la misma salsa que sus hijos.

Esta vez el pobre mayordomo perdió la esperanza de poder engañarla nuevamente. La joven reina tenía más de 20 años, sin contar los cien que había dormido: aunque hermosa y blanca su piel era algo dura; ¿y cómo encontrar en el corral un animal tan duro? Decidió entonces, para salvar su vida, degollar a la reina, y subió a sus aposentos con la intención de terminar de una vez. Tratando de sentir furor y con el puñal en la mano, entró a la habitación de la reina. Sin embargo, no quiso sorprenderla y en forma respetuosa le comunicó la orden que había recibido de la reina madre.

—Cumple con tu deber —le dijo ella, tendiendo su cuello—; ejecuta la orden que te han dado; iré a reunirme con mis hijos, mis pobres hijos tan queridos —(pues ella los creía muertos desde que los había sacado de su lado sin decirle nada).

—No, no, señora —le respondió el pobre mayordomo, enternecido—, no morirás, y tampoco dejarás de reunirte con tus queridos hijos, pero será en mi casa donde los tengo escondidos, y otra vez engañaré a la reina, haciéndole comer una cierva en lugar tuyo.

La llevó enseguida al cuarto de su mujer y dejando que la reina abrazara a sus hijos y llorara con ellos, fue a preparar una cierva que la reina comió para la cena, con el mismo apetito que si hubiera sido la joven reina. Se sentía muy satisfecha con su crueldad, preparándose para contarle al rey, a su regreso, que los lobos rabiosos se habían comido a la reina su mujer y a sus dos hijos.

Una noche en que, como de costumbre, rondaba por los patios y corrales del castillo para olfatear alguna carne fresca, oyó en una sala de la planta baja al pequeño Día que lloraba porque su madre quería pegarle por portarse mal, y escuchó también a la pequeña Aurora que pedía perdón por su hermano.

La ogresa reconoció la voz de la reina y de sus hijos, y furiosa por haber sido engañada, a primera hora de la mañana siguiente, ordenó con una voz espantosa que hacía temblar a todo el mundo, que pusieran en medio del patio una gran cuba haciéndola llenar con sapos, víboras, culebras y serpientes, para echar en ella a la reina y sus niños, al mayordomo, su mujer y su criado; había dado la orden de traerlos con las manos atadas a la espalda.

Ahí estaban, y los verdugos se preparaban para echarlos a la cuba cuando el rey, a quien no esperaban tan pronto, entró a caballo en el patio; había viajado por la posta, y preguntó atónito qué significaba ese horrible espectáculo. Nadie se atrevía a decírselo cuando de pronto la ogresa, enfurecida al mirar lo que veía, se tiró de cabeza dentro de la cuba y en un instante fue devorada por las viles bestias que ella había mandado poner.

El rey no dejó de afligirse: era su madre, pero se consoló muy pronto con su bella esposa y sus queridos hijos.

2 comentarios:

  1. Una de mis películas preferidas de Disney ^^

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  2. Mis tres princesas favoritas de Disney que me parecen las más hermosas són Cenicienta,Blancanieves y Aurora,la Bella Durmiente del bosque...pero eso en mi opinión...

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